En una de aquellas, de estas noches en las que me la paso merodeando, quitándole tiempo al sueño, anduve revisando el correo, bajo petición de una señorita que, al ver 405 mensajes sin leer en la bandeja de entrada, pareció escandalizarse y llenarse de motivos para decir que nunca estoy pendiente de lo que sucede a mi alrededor.
Aunque lo dijo de manera un tanto ligera, creo que razón no le falta, quizás un poco de más conocimiento la llevaría a afirmarlo con mayor severidad.
Revisar el correo es algo así como darse un paseo por el pasado, hacía unos cuantos años atrás.
Quienes éramos, qué teníamos y quienes nos escribían.
Sigo revisándolo mientras escribo, y la verdad es que me lleno de nostalgias, una tras otra conspiración de "sensibilidades". Me detengo en lo evidente, en lo que ya sé, pero como el aviso de regulación de velocidad en las autopistas, parezco necesitar un breve lapso de memoria para saber que tal es importante, que está allí, o que estuvo, por lo menos.
Son varias las personas que han pasado por esta vida, esperando tal vez una señal de vida, de honor o de "clásica intranquilidad", algo, algo que hubiera evitado que ahora me arrepienta por no sé qué cosas al leer mensajes fechados hacia marzo del año 2007.
Cuántas cosas pueden haberse trastocado en ese tiempo, es la pregunta.
Será que hemos cambiado al son de las historias que se mueven a nuestro alrededor, que nos cobijan a menudo, o nos hemos estancado creyendo que para ellas el tiempo no debe pasar y nos hemos fundado y refundado bajo el anhelo de las viejas presencias. Me gustaría creer que es una unión de ambas, porque no siempre demostramos querer que el pasado se quede allí, envasado en el recuerdo, sabiendo también, generalmente, que puede no ser más que necesario, para, con total impunidad, mirar a los ojos claros que siempre están allí, conspirar en el bastión frontal de la vida, y hacerlo sin ningún tapujo.
(entretanto y con algunas conexiones)
Hace unos días dieron inicio relaciones con Federico Nietzsche, grata sorpresa es cada una de sus páginas, y aunque muchas personas parecen ser bastante doctas en sus letras y quieren lanzar opiniones tan elaboradas como convencidas, creo no es tan simple, sobre el amparo de una lectura, simplificar al superhombre en las propias opiniones. Qué diría Hitler, qué diría la (post)modernidad, qué diría Colombia.
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