martes, 5 de mayo de 2009

Los actos no sólo existen en razón de su ser evidente, externo, sino que son según la motivación, razones o justificación que llevaron a él, tal o cual que se invoque en su desarrollo.

De allí que existan diferentes principios o formas a las que, tal vez sin ser conscientes de ello, se apele a la hora de actuar y así, es diferente decir, por ejemplo, que un acto tiene una justificación ética, siendo la característica de esta el que se trate de buscar el mayor beneficio posible para el entorno o para la persona directamente implicada en dicho actos o los que de él se deriven. Sucede lo mismo, entonces, cuando decimos que un acto es justo.

Justicia es un término que, por su "maleabilidad histórica", carece de un significado concreto, y no sólo varía según la época, sino también según el pensamiento - tipo de - de cada individuo: no siendo justicia lo mismo para unos que para otros.

Tenemos también otro tipo de justificación, cual es la legal. Por la ley se da cabida a muchos actos que quizás sin ella serían de poca aceptación social, logrando entonces librar a los individuos de discusiones que giren en torno a éstos, y es la formulación legal: el suponer que un acto es aconsejable socialmente por el hecho de que tal es muestra de la evolución histórica de la sociedad y las personas individualmente concebidas. Tal es el sustento social de la ley que, como la misma tiranía religiosa, busca que sus rasgos generales, como la economía o la libertad personal y grupal, no sean sometidos a debate.

Suele suceder en la justificación legal el no quepa la pregunta sobre el Bien o el Mal, sobre la Justicia o la Injusticia de los actos, refrendada únicamente en las formas utilizadas, si éstas se ajustan o no a la normatividad por ella misma dada.

De lo anterior se puede deducir que la justificación sobre lo justo no necesariamente debe ir o va de la mano de la legal, o sea, que lo legal no siempre es justo, lo justo no siempre legal y la justicia puede superar las aspiraciones o lineamientos legales.

Por ejemplo, si disparas a alguien que entra a robar a tu casa estarías actuando según te permite la ley, incluso tal acto suele tenerse como "aconsejable" o bien visto socialmente, pero estarás siendo justo?...

Si llevamos el ejemplo a un plano en el que se ponga en discusión el bienestar de más personas, las incongruencias llegarán a ser tanto más evidentes como concurrentes.

Los que entran en juego siempre son los valores que cada quien privilegia según la forma como conciba la vida, los días, las noches y a los demás, de tal manera que una persona para la cual la preponderancia se encuentre en el alcance monetario que pueda tener, llevará su vida según las líneas dadas o que crea precisas para ello, así mismo procederá aquel que crea que lo más importante es el arte, la familia o el espíritu.

Cabe hacer la pregunta sobre qué debe motivar a las personas, sobre si es la ley suficiente o acaso indispensable, o si deben ser principios o razones menos formales (aunque no por ello más difusos), pero con más asidero en consideraciones sobre el bienestar común; porque el bienestar es de tal naturaleza, que si no es común a todos los llamados a él (o sea, a todos) simplemente no existe.

La ley se diferencia de la ética en que esta última no suele (no pretende tal vez) provenir de las consideraciones de los unos hacia los otros, no se positivizan con ésta las razones y búsquedas de un sector determinado de la población, el que hace la ley, para que se aplique sobre el resto (todos), los que no intervienen; porque claro, mientras más personas se constituyan como agentes hacedores de la ley, tanto en sus manifestaciones estrictas como particulares, más podrá decirse que camina esta conforme a la ética.

Pero no sólo es preciso que más y más personas participen en las diferentes manifestaciones que se dan en la construcción y evolución social, normativa, sino que tales tengan los elementos suficientes que hagan de cada una de ellas no sólo un sistema particular y creador, sino indispensable, porque de nada sirve tener espacios de debate si no existen personas que debatan, y no será debate sino aquello que sea con la realidad y con los que en ella se cobijan, uno mismo.