viernes, 28 de marzo de 2008

N.M.

Sentado en la noche frente a una pantalla, esperando respuestas que no quieren llegar, escuchando aquella música que en otro momento les hubiera arrebatado una sonrisa.

Llamar....no hay manera. (...¡¡¡) pienso en ello y el entorno se encarga de descalificarme, porque al son de la palabra "ESCRÍBELE", no hay razones que puedan exculpar.

El Internet es frío, eso ya lo sé; aunque leyendo y releyendo quizás las incógnitas puedan cambiar.

Se llega a un muelle con la ya no mística intención de que un teclado interprete sentires, como si este fuera el soporte que realce su mirada al momento del escarnio, que aunque privadísimo, no deja de ser por esto menos punzante. Pobre inútil. No él, no el teclado, que incauto avanza, sino el que ahora le dicta, con sus trémulos conceptos y sus fáciles alegatos. Valeroso cobarde o simplemente condiscípulo eterno del arlequín de las dudas; el mismo que le presentaron aquel día, entrecruzada su mano con la ninfa del encanto; ya saben, esos paquetes de ternura y pulsión que no eres capaz de rechazar.

El compañero de teclas lo hace recorrer ese camino que ya empieza a parecer predecible, lo mueve de un blog tras otro, y el que escribe se esmera una vez más en inquirir, a cada actuar, a cada letra, esperando el camino que ella transitaría, pero los comentarios acallan las respuestas, no abordan sus tutelas, tan solo gratifican a un conjunto, o conjuro o lo que sea; un grupo de personas, que separadas o al unísono, plasmando quizás dulces confites del anhelo literario, colocan sus almas, o por lo menos sus minutos, en refrendar una - (otra) tras otra - posible ilusión.

No puedo saberlo, no puedo leerlos, no puedo siquiera dormir a pesar del agotamiento, este que se jactaba, en el camino de regreso desde la universidad, de ser infranqueable y ahora no se atreve a mirarme a los ojos.

El sistema frente al cual me sitúo, ahora, ha empezado a reproducir un mambo, delicioso, debo saberlo, pero como la literatura, como el mismo sueño, como la mayoría de las personas que a diario se aprestan a mi camino, nada de esto me llega, simplemente me son ajenos.

Espero, sabiendo de antemano que he sobrepasado la barrera de lo manejable, sabiendo que mi pensamiento lo he difundido en todo su contorno, con temor a tocarla (eso sí), temor de quien se concibe en pérfido declive, pero que conserva aquella ciega esperanza, que por ciega, no tiene más fundamento que ella misma.

Quiere dormir, él, yo, o por lo menos poder sentarse y disfrutar de un buen libro. Tantas opciones.

Seguirá buscándola (.......) porque sabe que, inevitablemente, si se enfrenta a divagar en intentos de reposo sobre su cama, la tendrá en cada pestañeo, en cada movimiento de sus brazos, en cada respiro, en cada instante de sueño, si es que tal entra en escena; estará, lo sabe, como lo ha sabido tantas otras noches. Estará allí para recordarle que esa cama también un día fue suya y que ahora las sábanas deben fabricar su itinerario únicamente al son de sus vacilaciones, y no más sobre el delirio metafísico que suponía cada uno de sus movimientos, los de ella, la N.M., la que siempre está presente.



2 comentarios:

Quiroga dijo...

N.M. No sé qué decir ahora, se me escabulleron las palabras, hace rato que eso pasa.

Anónimo dijo...

no te habia visto por aqui