miércoles, 26 de marzo de 2008

4 pantalones y treinta estrellas por favor

Del veinte al veintiuno de noviembre (2007), trasnochando.
Parece que el cielo hubiese
encendido, al fondo de la habitación
y como queriendo climatizar el
ropaje, que impávido colgaba,
destilaba, una fogata. Más mi
cuidad, parca como siempre
y en su afán por competir,
dice no querer más que apabullar
ese santiamén de sueños, evocaciones
y reposo.
Aún así, hoy pude ver algunas estrellas.
Hoy añoro el campo, lo rural,
con sus verdes y con sus azules,
pero sobre todo, con su falta de
esa pretendida modernidad
citadina.
Un instante lo precipitara,
solo un momento bastaría,
para trastocar este engreimiento,
y poder así,
pedir más deseos, volver a nadar
en el océanos que aún rememoro,
en el oscuro y nítido océano,
sentado en una balsa
arrumada de grillos.

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