Las ideas avanzan, como queriendo superponerse cada una a la anterior, por la mía mente, pero ahora es preciso decir que las palabras no son tan fluidas; siempre he creído que el idioma, incluso uno tan rico como el nuestro, se queda corto en gran cantidad de momentos, justo cuando más se le necesita.
Pero debo redimirlo, de tantos días y tantas líneas en los que mis ánimos estuvieron enfocados en infamarlo, rebajarlo, a simple invento en el que concurren aquellos que han dejado los libros a un lado y se han enrolado en la simpleza, en la más burda de todas las simplezas.
"Mañana será otra historia, es posible (aunque el texto original fue concebido en un "papelito", que me sirvió de guía cuando las palabras me tomaron por sorpresa, en los avatares provechosos que traen siempre las reuniones familiares, y de hecho "hoy ya es mañana" y (aunque) la "cosa" no ha cambiado, igual se quizo que cada línea partiera del original y espero que así lo comprenda cada tribunal)."
La historia:
Hoy, (ayer, de hecho) al ritmo de las teclas, se llegó a un buen sitio; un agradable puerto, aparentemente. El momento adecuado, es, digamos, la hipótesis sobre la cual me allano, debiendo decir también que las ideas que para el momento se pusieron en consideración plantean discusiones que ahora, ellas, no quieren darse conmigo, pero igual permanecen allí, incólumes, en su gama, en mi gama, en el núcleo de las posibilidades.
Bajo este rótulo quiero realizar un sentido desagravio para con el Internet, aunque bien, aún creo que sus métodos lo que hacen es conspirar para alejar, acto vil, a la mirada de su par, y a la voz de su genuino y único auditorio, aquel que todos los días nos hace creer en la virtud, en el encanto.