domingo, 1 de febrero de 2009

Mordiendo...

Una figura de abrir y cerrar la mente, como el desespero, como el delirio…un sueño en bocados, mordeduras., un camino de piel entrelazado ante la vida, ante él mismo, que a tientas se hace suyo.

Una ventisca envuelve calurosa y punzante, va al fin del mundo y eleva tus partes, las separa para crearte; desatas en marea, te vuelves huida y tu piel implosiona, y es la misma definición de lo inefable en dos metros por uno cincuenta.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Muriendo?… Ya no es posible acercarse a lo que es tuyo (no a ti), ya no dejas lugar a interpretaciones, solo tu puedes dar sentido a tus palabras se quedaron seguramente como efecto de la ventisca muy adentro y esparcidas por tu ser. Cada vez eres mas tú y solo tú frente a tus palabras que son solo tuyas y que tienen sentido solo en tu mente, tu sentir, tu actuar… en una palabra, en tu vida que convertiste en barricada para un posible auxilio y con él la vida misma.

Anónimo dijo...

Retomando... interpretación de lo ininterpretable, dando lugar a mordidas.

Cristina González dijo...

Un mordisco es una representación de una dicotomía deliciosa: placer-dolor. Gracias por poner a volar la tierra.

Bless!!

Pd: Follow me!!

Anónimo dijo...

Y yo soñe contigo. habrase visto, dizque soñar contigo.

Sonia Ló dijo...

siempre sentir carajo!
pero seguimos aquí

Anónimo dijo...

Y... se hace suyo en medio de la decadencia de la luz y la permanencia de los recuerdos. Se reinventa el mundo: las reacciones a tu roce, los temores, el afán, las alegrías, tu aliento. Y así persisten imágenes de la cuidad que cuidadosamente van acogiendo otro significado... otros sabores, olores y colores...
Y... se hace de él? .... claro que sí! se hace con él, se unen los caminos, se transita por pendientes, montañas, valles y ríos... se descubren lúgubres instantes y amplias aspiraciones. Y me crea… se trascienden detalles, se olvidan decepciones, se posterga el fracaso, se estimula el sentir. Y entre ires y venires se aparenta salir de sí mismo calculando la distancia, el tiempo y hasta los designios climáticos, para no ir -por error- a huir de ti.